Monday, June 6, 2011     17:19
 

Taboga en la historia del Canal de Panamá

Desde la época francesa del Canal, la isla de Taboga, inició una íntima relación con las obras de la construcción de la monumental obra de ingeniería de los inicios del siglo XX.

A pesar del pequeño esfuerzo en medicina preventiva que desarrollaron los hijos de Francia, en cambio, se desempeñaron muy bien en la fase curativa y recuperativa de las enfermedades.

Dentro de la primera fase, construyeron dos soberbios centros hospitalarios, uno en la ciudad de Colón, de 250 camas, y otro en Panamá de 500 camas. Relacionado con el aspecto recuperativo, levantaron un magnífico sanatorio para convalecientes, de 25 camas, en una de las colinas de la isla con una espléndida vista hacia el mar.

El pueblo de Taboga, fundado alrededor de 1549 y con una población de esclavos libertos por el Rey de España, quienes en ningún momento llegaron a demostrar una seria dedicación por el trabajo, ni aún referente al cultivo de la piña, que resultaba de una magnífica calidad.

Historiadores se han preguntado en repetidas ocasiones, porque los chinos que controlaban el negocio de víveres al por menor en la isla y que sentían ran afición por hacer jardines, no se interesaron en involucrarse en la Agricultura, con referencia a un cultivo científico de la fruta.

La vida plácida y sedentaria de los Taboganos, principalmente dedicados a la pesca, se transforma cuando se trata del aspecto religioso, sobre todo cuando se trata de la Semana Santa.

La pequeña iglesia de la isla, localizada frente a una plaza, tiene una torre cuadrada en su parte lateral, con un campanario, y una estrecha escalera en forma de espiral, estrecha y tortuosa.

La Semana Santa se lleva a cabo con una profundidad y creencia religiosa muy encomiables, participando todos los habitantes.

Taboga desde 1885 empezó a beneficiarse de los beneficios económicos que se derivaban de la construcción del canal francés, ya que desde inicios del año mencionado, se construyó un Dispensario para Convalecientes, con una capacidad para 25 pacientes, en una colina con excelente vista hacia el mar.

Se menciona que una de los pacientes más distinguidos fue el famoso pintor francés Paul Gaugain, quien estuvo por varias semanas, recuperándose de una malaria. Después prosiguió viaje a las islas del Pacífico Sur, donde llegó a pintar muchas de sus mejores obras.

Durante la época de los norteamericanos se adoptó esta idea y se ampliaron y modernizaron sus facilidades hasta recibir 50 pacientes.

Los empleados tenían derecho a 42 días de vacaciones pagas y a unos 30 días por enfermedad, y era seguro que todos hacían lo imposible por conseguir certificados médicos para esos días adicionales.

No se permitía a los trabajadores permanecer en la Zona del Canal durante su período de descanso. Muchos se dirigían a los Estados Unidos, aprovechando la favorable rebaja en los pasajes de los barcos de $75.00 a $30.00).

Los nativos de las islas antillanas siempre se dirigían a sus hogares en las vacaciones.

Para el resto era el sanatorio el lugar favorito seleccionado, lo cual contribuía a un mayor capital circulante en la isla.

Por supuesto que la pesca siempre ha sido la industria favorita de estos habitantes, que se han visto bendecidos por la abundante y pródiga naturaleza del mar.

Hacia 1913 había cercano a la isla un asilo para leprosos, con unos 75 pacientes, la mayoría panameños y algunos negros. Estos pacientes eran visitados por sus parientes, contribuyendo también hacia el mejoramiento de la economía.

Estos leprosos, posteriormente fueron trasladados a un moderno leprosorio, construido cerca de la entrada del Canal en el lado Pacífico, en un lugar bien aislado, conocido como Palo Seco. Estas instalaciones fueron inauguradas el 10 de abril de 1907 y con capacidad para 30 pacientes.

La isla de Taboga siempre fue lugar para recreo, descanso y vacaciones por excelencia, sobre todo para los habitantes de la ciudad de Panamá.

En los primeros años de la época norteamericana, Taboga tuvo un buen hotel llamado White House, que resultó muy concurrido en esos tiempos.

Hacia el final de los trabajos del Canal, el Sanatorio fue transformado en un hotel llamado Aspinwall, administrado por el Gobierno norteamericano y denominado así, en honor del Ingeniero W.H. Aspinwall, destacado profesional que se había cubierto de gloria y fama, durante la construcción del Ferrocarril de Panamá en 1855. El gobierno de los Estados Unidos decide otorgar la administración del Hotel a manos privadas, en las personas de James Malloy y su esposa Tilly, (agosto de 1921) quienes hicieron de este lugar, el mejor hotel de Panamá, con una gran afluencia de clientes, y así nuevamente, aprovechó la isla este resurgimiento.

Por muchos años también existió el Hotel Chú, propiedad por generaciones y administrada por la muy trabajadora y honesta familia de ese nombre, siendo fuente de atracción de turistas y visitantes a Taboga.

El gobierno panameño hacia la época de 1940, construyó y administró, el Hotel Nacional en la bella playa de la Restinga, que todavía mantiene su Vigencia.

Taboga ha siempre conservado su aire colonial, con su inalterable parque y las casas privadas que se han multiplicado, manteniendo ese natural encanto que le imprime la isla a sus habitantes y visitantes.

El embrujo Tabogano envolvió al pirata Morgan (más tarde Sir Henry Morgan), mientras trajo sus bucaneros y galeones a un descanso en la isla, pero mientas se dedicaron a tomarse todo el vino del lugar, nunca pensó en saquearla ni hacerle daño a sus habitantes.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la siempre tranquila Taboga, tuvo una base militar del ejército de los Estados Unidos, localizada en la cima del Cerro de la Cruz, que representó un gran impulso económico, por el número de soldados y oficiales estacionados allí.

Taboga, isla de las flores, como cantara el gran compositor panameño Ricardo Fábrega, ha pasado los siglos oyendo el murmullo tranquilo de las olas que vienen y van, imitada siempre por la tranquila pasividad de sus habitantes y floreados alrededores, que induce a desear una larga permanencia en esas privilegiadas tierras.