Monday, June 6, 2011     17:19
 

Algunas causas en la debacle del Canal Frances

Los trabajos del canal francés fueron inaugurados técnicamente en febrero 1,1881, cuando el ingeniero Armand Reclus, ingeniero jefe de la Compagnie Universelle du Canal de Panamá, envió un lacónico cable al Conde de Lesseps en Paris, donde especificaba "Travail commencé", "trabajos comenzados".

Sin embargo, simbólicamente el 1 de enero de 1880, la primea palada de tierra, fue dada por la niña Fernanda de Lesseps, que acompañaba a su padre en un viaje a Panamá,y que tenía propósito de demostrar al mundo y sobre todo a los accionistas franceses, que no había ningún peligro en Panamá.

En enero de 1881, habían arribado al Istmo, varios trabajadores calificados y que fueron dirigidos por Gaston Blanchet, para todos los proyectos del campO, además de la masa laboral de negros e indios, que reclutaron inicialmente en las ciudades de Panamá y Colón.

La Compañía adquirió el edificio donde se encontraba el Grand Hotel y que fue reacondicionado a todo lujo, para allí instalar sus oficinas centrales. Este local, todavía en pié, sirvió por muchísimos años para el Servicio de Correos y Telégrafos, lo mismo que para dependencias del Ministerio de Educación.

Desde un principio todo reflejaba una gran y febril actividad en la parte organizativa, sin embargo, la ciudad de Panamá, a decir del mismo Reclus, era un conglomerado cosmopolita, resultado de cruces de blancos, negros, indios y chinos.

Reclus se encargaba de mantener a la sede central en Francia, debidamente enterada de todos los pormenores que se presentaban en el frente panameño.

Contrario a lo que se piensa en términos generales, los franceses si tuvieron grandes inversiones de dinero en la parte curativa de la salud.

Construyeron un gran centro hospitalario de 500 camas, el Hospital Central de Panamá, con muy buenos profesionales de la medicina para la atención de los enfermos, levantado a un costo de 5.600.000 dólares, localizado en las faldas del Cerro Ancón, otro en la ciudad de Colón de 1.400.000 dólares, ambas sumas exorbitantes para la época, y muchas clínicas a lo largo de la línea del ferrocarril, para las urgencias. También fueron un poco más allá y edificaron un centro para convalecientes, con capacidad para 50 pacientes, en la acogedora isla de Taboga, con sol, aire y playas, para acelerar la recuperación de los enfermos.

Excelentes en el aspecto curativo de la salud, no así en la parte preventiva, sin dudas, por no conocerse todavía la forma como se propagaban las terribles fiebre amarilla y
malaria.

El Hospital Central ( después conocido como Ancón, durante la época norteamericana) y luego en marzo de 1928,denominado Gorgas, mediante una resolución del Congreso de los Estados Unidos, en honor del gran médico que saneó totalmente a las ciudades de Panamá y Colón. Este centro hospitalario fue ampliado y magníficamente equipado con los adelantos mas recientes de métodos de diagnóstico y laboratorio, sin escatimarse fondos hacia este objetivo. El resultado fue un hospital que por muchos años tuvo un incalculable brillo en la prestación de servicios médicos.

También construyeron suntuosas mansiones como la residencia del ingeniero jefe Jules Dingler y la edificada, en la nueva barriada Cristóbal, para que el conde de Lesseps, usara durante su corta estadía en Colón, en 1881.

Otra alta erogación que tuvo la Compañía fue la adquisición de la empresa del ferrocarril de Panamá, que prestaba extraordinarios servicios desde enero de 1855. Es relevante anotar aquí, que se trataba del sexto ferrocarril transcontinental que se construía en el mundo.(precedido únicamente por Inglaterra, Francia, Rusia, Dinamarca y los Estados Unidos).

Después de intensas negociaciones, que siempre chocaban con una línea dura que asumían los dueños del ferrocarril, se convino en un pago de veinte millones de dólares ( $20.000.000.00) y este alto precio vino a representar una ganancia sustanciosa para los accionistas, o sea que una acción de $100.00 fue vendida en $292.00, además de haber recibido por varios años, extraordinarios dividendos.

Con una alta mortalidad y morbilidad entre la masa laboral y dirigentes, debido a las fiebres amarilla y malaria, pulmonías, disenterías, diarreas, tuberculosis, dispepsia y reumatismo, además de los accidentes laborales, la Compañía tenia que mantener altas erogaciones para controlar esta situación, además de tratar de frenar el desbande de los trabajadores.

La excavación verdadera del Canal se inició el 20 de enero de 1882, más de un año después del famoso cablegrama de Reclus a de Lesseps en enero de 1881, y dos años posteriores a la famosa primera palada de la niña Fernanda de Lesseps.

Se festinó mucho igualmente con compras excesivas de equipos, algunas veces disparatadas, como la adquisición de diez mil palas para la nieve, aunque después se llegó a comprobar que esto era una sola invención para desacreditar a la Compañía, ya que la factura indicó que fueron solo 100 y que se pudieron adaptar para recoger cenizas.
Había grandes salarios y reduplicación de los mismos, gastos excesivos en el confort habitacional de los altos dirigentes y en sus medios de transporte por el ferrocarril, derroche de fondos sin mucho control por todas partes.

Si todo este desorden y falta de control, fuera poco y responsable de llevar a la quiebra a cualquiera compañía, en septiembre de 1882 se presentó un fuerte terremoto que dañó severamente las instalaciones del canal, los edificios, al ferrocarril, con un total de 5 muertos e innumerables heridos, además de la destrucción de viviendas y parte de la obra que se estaba realizando.

Además del daño en vidas y en instalaciones que se podía apreciar, existía el temor psicológico de los inversionistas para apoyar la compra de las acciones, ya fueran pasados o de los nuevos que se necesitaban para adquisición de fondos frescos.

En 1885 sucedió la revolución liberal en Colombia, con su reflejo en las actividades del Canal y el incendio de la ciudad de Colón. Si bien es cierto, que no afectó directamente a las obras, si las retrasó y muchos trabajadores, ante este peligro, decidieron abandonar sus puestos de trabajo.

Al principio el Conde de Lesseps pensó que solo su gran fama derivada del éxito en la construcción del Canal de Suez, era un talismán suficiente para que todo andará sobre ruedas, sin embargo, posteriormente se convenció que debía tener a una prensa incuestionablemente a su favor y tuvo que invertir altas sumas de dinero, que no se habían programado, en otorgar grandes sueldos a muchos periodistas de esa época.

Había que mantener la fe del pueblo francés y que no aparecieran estadísticas de enfermos y muertos, de las grandes dificultades que se oponían a un rápido progreso de la obra, y que los tres grandes enemigos (Río Chagres, Corte de Culebra y las enfermedades), podían ser conquistados.

Corrupción en todos los ámbitos y en manejo del pago de las cuentas, como por ejemplo, los barcos carboneros que al llegar al puerto solo desembarcaban la mitad de la carga y cobraban por el total, para regresar después y cobrar nuevamente. Esto repetido un sinnúmero de veces, y en todos los niveles, podría llevar a la ruina a la más sólida empresa.

El tremendo problema de los derrumbes en el Corte de Culebra, con toda la secuela de enorme costos en su reparación, el tiempo perdido y la sensación de impotencia y frustración que se experimentaba ante la magnitud de los hechos, fueron situaciones que marcaron un derrotismo sin paralelo en todos los frentes.

Duplicaciones y reduplicaciones de contratos para hacer el mismo trabajo de excavación, llevaron muchas veces a formidables enredos en el cumplimiento de las tareas encomendadas y a una falla de los acuerdos firmados en relación al tiempo necesario para efectuarlo, que de otra manera se pagaban íntegramente.

Los contratistas dependían de la compañía que debía proporcionarles la mano de obra humana y el equipo mecánico necesario. Ellos solo estaban obligados a pagar el salario de los trabajadores y una hospitalización de un franco por día. Si faltaba equipo y hombres para continuar con una obra, simplemente ese no era el problema de los contratistas, pero no obstante, la obligación se continuaba pagando.

Para agosto de 1885, la situación económica de la Compañía reflejaba una continua baja en el precio de sus acciones y ya para mayo de 1886, se tuvo que hablar de un proyecto de venta de bonos que llevaban boletos numerados y que se debían posteriormente sortear.

Una lotería de bonos.

En abril de 1888, finalmente se llegó a la aprobación de dicho sorteo, por parte de la Cámara de Diputados de Francia, llegándose a mencionar que este asentimiento no fue espontáneo, sino el producto de muchos sobornos.

Es incuestionable que se deben analizar varios otros aspectos en el desastre y ruina de la Compagnie Universelle du Canal de Panamá, hasta el momento del 4 de febrero de 1889, cuando fue oficialmente liquidada.

Millones de franceses habían perdido, no solo todos sus ahorros, sino algo peor, tenían ahora una gran herida en su orgullo como nación, que no fue capaz de realizar ese gran proyecto y les resultaba sumamente penoso el aceptar la debacle que estaba apareciendo ante el mundo, con la destrucción del gran sueño francés.

La formación de la Nouvelle Compagnie du Canal de Panamá, que desde sus inicios se sabía que no podría llevar a cabo la terminación de las obras canaleras, no vino a ser sino un intento por salvar, a través de negociaciones y componendas,
parte de los fondos ya casi perdidos.

Así su resultado final al vender en febrero de 1904, por la suma de $40.000.000 de dólares, todos sus derechos y propiedades al gobierno de los Estados Unidos de América, (incluyendo al ferrocarril de Panamá que fue avaluado en $9.644.320.00 - recuerdese que la Compañía Universal del Canal, había pagado en junio de 1881 por esta misma obra la suma de $20.000.000-00 y obsérvese la cuantiosa pérdida en esta sola operación financiera- fue salvar lo que se pudiera de la catástrofe.

Los Estados Unidos, con su capacidad y tecnología, convirtió en realidad el sueño de unir los dos mares, al efectuarse el cruce oficial del Canal de Panamá, por el vapor Ancón, el día 15 de agosto de 1914, después de diez largos años de constante lucha.