Monday, June 6, 2011     17:19
 

El proféctico Godin De Lepinay

La idea de unir ambos océanos llevó a la imaginación de innumerables personajes a viajar por caminos quiméricos y a imaginar pasajes entre los mares, que no aparecían por ninguna parte.

Cristóbal Colón, el Almirante de la Mar Océano, Pedrarias, Balboa, Hernán Cortés y otros, los buscaron por muchos años, sin ningún éxito.

Alexander Humboldt, el personaje científico más catalogado de su tiempo, no escapó el unirse a este grupo de protagonistas y con toda la autoridad que poseía, llegó a proponer una serie de proyectos canaleros por varias regiones de América, pero siempre inclinándose, favorablemente, por la ruta de Nicaragua.

Las investigaciones topográficas que llevó a cabo en Panamá, el ingeniero francés Napoleón Garella, en 1884 , estuvieron situadas dentro de los parámetros científicos
y resultaron muy exitosas.

Entre los años 1850 y 1860 numerosos eruditos y charlatanes se lanzaron a realizar búsquedas, que por supuesto, carecieron de reconocimiento alguno.

Sin lugar a dudas, las investigaciones ordenadas por el presidente de Estados Unidos, Ulyses S. Grant y llevadas a cabo por el Comandante Thomas S. Selfridge en el Istmo de Darién, se basaron en una carta donde le advertía “ que sin tomar en consideración cuantas exploraciones se hayan realizado, o cuan exactas hayan sido, el pueblo de este país nunca estaría satisfecho hasta que cada punto del Istmo haya sido explorado por una autoridad responsable y por grupos bien equipados, tal como será”.

Selfridge llevó a cabo un total de siete viajes entre 1870 y 1875, sobre la ruta del Istmo de Panamá, que fueron considerados excelentes, desde el punto de vista de los resultados obtenidos en cada una de ellos.

El interés por la geografía en esos años, era algo impresionante y las expediciones continuaron con diversos proyectos de 1850 a 1861, bajo el patrocinio de diferentes países, llevadas a cabo tanto en ¨México como en Centro América.

El Istmo de Tehuantepec no ofrecía las posibilidades de Panamá, pero su cercanía a las costas de los Estados Unidos, le otorgaba una significativa ventaja en todo momento.

El 15 de mayo de 1879, el Congreso Internacional de Estudios del Canal Interoceánico se reunió en París para escoger la mejor ruta para construir la grandiosa obra..

El trabajo se distribuyó en siete comisiones, de las cuales la más importante fue el Comité Técnico, donde finalmente se tomarían las más trascendentales decisiones.

En este foro se discutieron cerca de catorce proyectos, pero al final solo quedaron las rutas de Panamá y Nicaragua.

Panamá fue seleccionada por una votación de 74 a favor y 8 en contra.

Una de las últimas ponencias fue expuesta por el Barón Godin de Lepinay, ingeniero graduado en la prestigiosa Ecole des Ponts et Chuassés
en 1846, donde solo eran admitidos los más privilegiados alumnos de Francia.

En el Congreso presentó un plan que destacaba una respuesta original para la parte geográfica del proyecto ( montañas y Río Chagres ) y para los problemas sanitarios.

Sostuvo que la idea de un canal nivel como en Suez,, era imposible de realizar y no debiera ni siquiera ser considerada, porque sería un seguro fracaso.

Planteaba la construcción de un canal a esclusas, por donde subirían los buques, como en una escalera , para cruzar el Istmo.

Los lagos se formarían al construirse grandes represas, una en el Río Chagres, para crear el Gatún, el mayor del mundo en su tiempo, que estaría en el lado Atlántico y a unos 80 pies sobre el nivel del mar..

En el sector del Pacífico se represaría el Río Grande que se uniría al Gatún, por medio del Corte de Culebra, única parte donde habría excavaciones de gran envergadura, a través de la Cordillera Central.

Lepinay en su maravillosa presentación llegó a predecir, con pasmosa exactitud, lo que más tarde viniera a ser el Canal de Panamá.

Su planteamiento, en dicha sesión, como estaba contra la tesis del canal a nivel, tal como se había construido en Suez, no fue objeto de ningún comentario o preguntas y por supuesto, apenas recibió unos amables aplausos.

De haberse aceptado estos proféticos planteamientos, otro hubiera sido el resultado de los esfuerzos franceses.