Monday, June 6, 2011     17:19
 

R.I.P. para el tranvía eléctrico

Desde su inauguración el 27 de septiembre de 1919, el tranvía eléctrico se convirtió en parte integral de la vida capitalina.

Cumplía definitivamente una muy importante misión en ofrecer respuestas para solucionar los crecientes problemas del transporte colectivo en una urbe que empezaba a sentirse importante y a presentar aires de gran ciudad.

Las rutas que se cubrían (Palacio - Bella Vista - Sabanas y Balboa, con extensiones posteriores hacia el Hotel Tívoli y la Normal de Institutoras), eran bien conocidas por toda la población, que se encontraba perfectamente satisfecha y que en muy contadas ocasiones había exteriorizado protestas o quejas por el servicio que era ofrecido.

Los tranvías lucían amplios, muy limpios, espaciosos y proyectaban una sensación de seguridad al observar a la enorme mole de hierro y madera, que se desplazaba cómodamente sobre los rieles, imprimiendo un aspecto muy citadino en su viaje, con el tintineo de las campanas que anunciaban la marcha, que se estremecían con mayor fuerza buscando un paso expedito en el tráfico o surgían como gritos de advertencia hacia las personas o automóviles.

Sin discusión se convertían en los amos de las calles pues no existía otro transporte que en tamaño y fuerza se le pudiera oponer.

Siempre resultó un paseo muy agradable, sobre todo los domingos, cuando por motivos promocionales, se adquiría por una módica suma, un pase general, que permitía a su poseedor, surcar libremente por todas las rutas sin ninguna clase de limitaciones en cuanto a número de viajes o tiempo del recorrido. Una manera muy sana y al alcance de los escuálidos bolsillos de los estudiantes, que lo usaban con frecuencia para llevar de paseo a sus noviecitas.

Los tranvías cargados con las estudiantes de la Escuela Normal eran algo clásico en el acontecer diario de la vida capitalina, cumpliendo un estricto horario.

El servicio estuvo funcionando en forma casi perfecta durante 27 años y nadie podía vislumbrar una acción del Gobierno Nacional, tendiente a solicitar la cancelación del contrato que había existido por tanto tiempo, pero sobre todo, sin mediar razones valederas que pudieran respaldar tal actitud.

No obstante, surgieron una variada gama de especulaciones en esa época, tendientes a buscar esa explicación, (mucho ruido, calles estrechas, más automóviles, problemas de tránsito, entre otras) paro conducir a el epílogo de la abrogación del citado documento entre la Compañía Eléctrica Nacional, subsidiaria de la Compañía Panameña de Fuerza y Luz y el Gobierno Nacional.

Un acuerdo de tal naturaleza se firmó entre el señor Herbert L. Starborn, por la Compañía y el Ing. Manuel V. Patiño, Ministro de Obras Públicas, en representación del Gobierno Nacional.

Ante el Notario Público, Rogelio ávila Presidente., se protocolizó la escritura pública No. 734 del 31 de mayo de 1941 donde se establecían los siguientes puntos:

  1. Suspensión del servicio de transporte colectivo prestado por los tranvías a partir del 1 de junio del mismo año.

  2. Pasaban a la Nación todos los terrenos y estructuras donde estaban localizados los talleres y depósitos de los tranvías, además de una noria o gran cisterna de agua, que se encontraba adyacente a esos talleres.

  3. La Compañía se hacía responsable de remover todos los rieles que no se encontraran dentro de pavimento o de cemento.

  4. Eliminar dentro de un período de seis meses todos los postes, alambres y demás instalaciones.

  5. Los rieles en pavimento, es decir aquellos que se encontraban desde la estación del Casino hasta el comienzo de la Avenida Central y hasta el Chorrillo, deberían ser eliminados por el Gobierno Nacional.

  6. La Nación entregaría a la Compañía, la suma de B/ 15.000.00 como medida compensatoria por la cancelación del contrato.

  7. Se permitía a esta última, usar, tener y usufructuar por 25 años un lote de terreno adyacente a la planta eléctrica en la Avenida Central.

  8. Nulificación de los distintos contratos celebrados con relación al servicio de tranvías y otros.

  9. Garantizar a la Compañía que no sería objeto de ninguna clase de reclamos, demandas o acciones por parte del Municipio o cualquiera otra entidad, por razón de este contrato.

  10. Declarar a la Compañía exenta de toda responsabilidad con referencia a la Nación.

La Compañía publicó en los diarios de la localidad el siguiente anuncio que se explicaba por si solo:

AVISO AL PUBLICO

Se avisa al público que, en virtud del convenio celebrado en el día de hoy entre el Gobierno Nacional y esta compañía, el servicio de tranvías eléctricos en la ciudad de Panamá será suspendido definitivamente a partir de esta noche del sábado 31 de mayo de 1941.

La empresa de tranvías agradece por este medio a sus empleados y al público en general, la cooperación que le han prestado durante los años en que ha estado operando este servicio.

Mayo 31 de 1941.
PANAMÁ ELECTRICE COMPANY.

El día 8 de mayo de 1941, un grupo de jóvenes que pertenecían a una agrupación auto denominada " Pro bienestar social " realizó un mitin, en tono jocoso, donde trataron el tema que denominaron " el entierro del señor Tranvía" y al mismo tiempo las otras cajoneras pancartas, símbolos de los protestadores crónicos, como " el alto costo de la vida"," de los alquileres", y "el problema de la vivienda".

Con anterioridad se había distribuido una invitación pública que tenía el siguiente contenido:

INVITACIÓN

"Se invita a la ciudadanía, en general, al entierro del que en vida fue el señor Tranvía de Panamá.

La Comisión Organizadora del entierro, agradecerá la puntual asistencia a este acto piadoso, hoy 8 de mayo de 1941.

Cita: Plaza de Arango a las 4:30 P.M.

Nota: No se aceptan ofrendas florales ".

Hubo una concurrencia regular encabezada por el Alcalde del Distrito, algunos diputados a la Asamblea y corregidores de barrios.

Letreros con inscripciones bufas tales como :" Cascarón amarillo, ya no pasarás más por la Avenida Central" " Malvado tranvía, hoy te enterramos". "Canalla cascarón, descansa en paz" eran llevados por los manifestantes.

El desfile fúnebre se dirigió hacia el Parque de Santa Ana, donde se encontraba un tranvía, allí se subieron algunos de los manifestantes y Claudio Liverpool, un antiguo motorista de la compañía, lo condujo en su último recorrido.

Las coronas, lazos negros y cartelones alusivos fueron colocados en el techo, partes laterales y frontales del tranvía y la cómica procesión siguió hasta la Plaza 5 de mayo, al son de la clásica marcha fúnebre de Chopin, acompañados por un triste repicar de las campanas.

En este lugar se dio marcha hacia atrás, para terminar frente al edificio de la Fuerza y Luz (situado en la Avenida Central y cercano al Banco Nacional y Caja de Ahorros, actualmente ocupado por diversos tipos de almacenes), donde el grupo se disolvió sin pena ni gloria, ya que por lo avanzado de la hora, no se pudieron lanzar los consabidos discursos y arengas de protestas políticas. Todo esto fue una preparación para el paso siguiente que se consumó con la firma del convenio que terminaba el servicio de tranvías eléctrico, entre la compañía y el Gobierno Nacional el 31 de mayo.

Los días siguientes a esta suspensión fueron de verdadero caos en la ciudad, por los enormes inconvenientes que aparecieron en el transporte colectivo, ya que no se habían tomado las medidas en forma paralela para atacar lo que obviamente iba a suceder.

Enormes filas de irritados ciudadanos y de estudiantes se veían en todas las estaciones, esperando en forma inútil un medio de transporte que les permitiera llegar puntualmente a sus trabajos y colegios, algo que resultó extremadamente difícil por varios días.

La ciudad no se acostumbraba todavía a desprenderse de sus tranvías sino que añoraba el servicio eficiente que habían prestado por tantos años.

Con el pasar del tiempo, autobuses modernos vinieron a suplir las rutas dejadas por el antiguo tranvía, cuyo recuerdo melancólico era difícil de perderse y se continuaba extrañando el tañer enérgico de sus campanas, el chisporrotear de los cables eléctricos, los agudos frenazos y sobre todo el terror que inspiraba ese conductor de gran estatura y firme porte, con sus grandes y puntiagudos bigotes, que se juntaba al miedo ante la autoridad de los inspectores de los boletos y sus maquinitas perforadoras de aquellos tiquetes.

Para los que recuerdan: Deme un transbordo, por favor.

Desaparecía una etapa histórica del transporte colectivo en Panamá muy llena de anécdotas y recuerdos, que cumplió una exitosa campaña en nuestra ciudad y que probablemente nunca regresará.