Monday, June 6, 2011     17:19
 

Breves comentarios sobre los fuertes temblores de 1934 en Chiriquí

Los temblores generalmente son de tipo oscilante, ondulante o de vaivén y trepidantes, dependiendo de los movimientos que se sientan en la tierra.

Son producidos por varias causas, entre las cuales la principal es el movimiento de las placas tectónicas de la corteza de la tierra , especialmente el fenómeno de subducción por el cual una capa se mete debajo de otra provocando terremotos en las zonas de contacto, que se denominan fallas. También por expansión de gases, volcanes subterráneos, enfriamientos súbitos de rocas encendidas, desplazamientos del fondo marino, y otras causas.

De acuerdo a estas causas, es lógico suponer que aquellas regiones del planeta, localizadas dentro de las líneas de las fallas, vayan a tener un grado mayor de posibilidad de sufrir, a lo largo de la historia, uno o varios sismos, temblores o terremotos, variando de la intensidad total con su presentación.

Lo cierto, es que estos fenómenos no pueden ser predecidos y se aparecen sin el menor aviso.

Al contrario con un huracán, esta desgracia natural, da tiempo para que las poblaciones se vayan preparando o evacuando, en la medida que su trayectoria va estableciéndose dentro de una pauta predecible, y esto se puede verificar con un alto porcentaje de seguridad.

Un tornado, en cambio, por lo súbito de su arranque y lo enorme de su violencia, arrasa con todo que enfrente a su paso, sin dar, prácticamente, muy poca o ninguna oportunidad a la población, para las medidas preventivas del caso.

La zona centroamericana es esencialmente volcánica y como tal expuesta a tales movimientos telúricos, como lo demuestra el curso de la historia, con intensos terremotos sufridos en Guatemala, Nicaragua, en años pasados. Igualmente los sucedidos en San Francisco, California, China y Japón.

El Istmo de Panamá, afortunadamente, no ha tenido que lamentar grandes desgracias en este sentido.

La historia nos recuerda que el primero que fue debidamente informado y descrito, fue en 1621, por el padre Juan Requejo, donde hubo una severa destrucción de la ciudad que desde entonces, y por gracia Divina, se ha mantenido relativamente libre de estas grandes catástrofes.

Sin embargo, el 17 de julio de 1934, cuando la noche apenas se iniciaba y todo se encontraba en verdadera calma, a eso de las 8:30p.m., la provincia de Chiriquí, se vio terriblemente sacudida por un fuerte sismo, que repitió aún con mayor intensidad, unos minutos después.

La población presa de un enorme pánico, se lanzó a las calles, mientras observaba, totalmente inerme, como se desmoronaban las casas de adobe y las tejas caían con gran estrépito de los techos, sin dejar ninguna en su lugar.

Para evitar problemas eléctricos, la luz fue cortada y así quedó la ciudad, sumida en una total oscuridad.

La Policía Nacional, hizo un patrullaje inmediato que duró toda la noche y que rindió resultados muy positivos para controlar el pillaje que siempre algunos degenerados llevaban a cabo, dentro del mayor dolor humano en que se encuentran sus semejantes.

Casas importantes en la plaza Cervantes, se demolieron, principalmente el famoso Almacén Nuevo Mundo, en la esquina del parque Cervantes de David, y que quedó destruido, lo mismo que centenares de habitaciones a lo largo de toda la ciudad.

Los movimientos telúricos continuaron durante la noche, sin dejar tregua a los ya desfallecidos habitantes, con cuatro de fuerte intensidad y luego innumerables de leve, que llegaron a totalizar, un número de cincuenta.

Los habitantes de la ciudad capital de David, se fueron forzados a dormir en calles y plazas, de manera improvisada.

Cuando ocurren fuertes temblores y después aparece una calma, entonces se desarrollaba un temor mayor, a que regresen con un poderío más intenso mayor, siendo verdaderos terremotos, que arrasan con cuanto todavía puede permanecer en pié, tal como lo ha demostrado la historia en otras tragedias en diferentes latitudes.

El epicentro de los temblores fue localizado a unas cien millas de Punta Burica, es decir, demasiado centra de localidades urbanas, dentro de los límites de sismos de gran potencia.

Los destrozos en David y el resto de la provincia, pronto se hicieron dar a conocer, en diferentes partes.

Puerto Armuelles, importante artería del comercio marítimo, sufrió grandes averías en los muelles y algunas casas, que requirieron reparaciones extensas, para volver a la funcionalidad del puerto exportador de banano.

En el Oriente de la provincia, Horconcitos, Tolé y Remedios, grandes daños fueron apreciados, especialmente en Tolé, donde se rajó totalmente una escuela recientemente inaugurada.

Los fuertes sacudimientos sísmicos de julio de 1934, que produjeron enormes daños en las propiedades por diferentes partes de la provincia de Chiriquí, tuvieron mayores repercusiones en la ciudad cabecera de David, por estar allí localizadas las construcciones más grandes y en mucho mayor número.

En los habitantes, esta tragedia, llevó a un sentimiento de hermandad y solidaridad entre las víctimas, que tuvieron que convivir bajo carpas y catres de campaña, traídos por el ejército de Estados Unidos, que muy pronto extendió su mano de ayuda, al socorro de los damnificados.

Después de este mal momento vivido por los chiricanos, la provincia poco a poco retomó su ritmo normal y entrar en la tarea de recuperación por los golpes recibidos.

Los comercios reabrieron sus puertas y las escuelas se dedicaron a su primaria labor de la enseñanza de los niños.

El Gobierno Nacional, que también prestó su colaboración desde los esfuerzos de la Cruz Roja a los inicios de la situación trágica, fue sumamente valiosa, al igual que la Policía Nacional.

La potencialidad de la resurrección del pueblo Chiricano muy pronto se vio florecer y poco a poco la vida retornó por su camino normal.

Solo aquellos que sufrieron los terrores y espantos de las noches de julio y luego las incomodidades y adaptación a las dos semanas de miedo a nuevos temblores, y a vivir en situaciones incómodas, pueden, de verdad, conocer a fondo la magnitud de la tragedia.

Ya en la parte de reconstrucción, fue decisivo, un gran aporte de fondos destinados por el Gobierno Nacional, mediante el otorgamiento de préstamos blandos, a largo plazo y bajo interés, para ayudar a la reconstrucción de la ciudad.

La derruida parte superior de la torre de la iglesia de David, en el parque de Cervantes, La Sagrada Familia, ha quedado trunca desde esos aciagos días y sigue como un mudo testigo y recuerdo de aquellos terribles días.