Monday, June 6, 2011     17:19
 

Los primeros cines parlantes en Panama

El pueblo panameño siempre ha tenido una muy aceptable afición por las películas de cine, interpretándolas como una forma agradable y amena de entretenimiento.

A pesar de la crisis económica existente en esta nación hacia fines de la década de los años veinte, que solo era un reflejo de la situación mundial, las salas de cinematografía aparecían como una válvula de escape para los problemas cotidianos y los teatros registraban buenas concurrencias.

En la República de Panamá, el presidente Florencio Harmodio Arosemena, había tomado unas restrictivas medidas para sortear el agudo momento, reduciendo su propio salario, para dar el ejemplo, que fue seguido por todos los altos funcionarios, extendiendo estas regulaciones hasta los empleados públicos, incluyendo a maestros y profesores.

No obstante lo anteriormente expuesto, la misma industria del celuloide en nuestro medio, seguía con paso firme y los Teatros Amador, Cecilia, Variedades, El Dorado en esta ciudad y el América y Strand en Colón, mostraban satisfactorios balances.

El séptimo arte había evolucionado de aquellos cortometrajes, basados en la mímica, para seguir hacia películas mudas con grandes estrellas como Mary Pickford, Greta Garbo, Bebe Daniels, Clara Bow, el extraordinario Charles Chaplin y vaqueros como Hoot Gibson, Bob Steele, Richard Dix y Tom Mix.

Las carteleras igualmente incluían, entre otras, a destacadas luminarias como Vilma Banky, Ronald Colman, Lon Chaney, (El Hombre de las Mil Caras), Emil Jennings, la familia Barrymores, Irene Rich, Lillian Gish y la novel Joan Bennet.

Con el objeto de atraer mayores concurrencias, ofrecían unos intermedios musicales, que superaban al precio de la entrada, por la calidad de las presentaciones.

El Variedades anunciaba a una orquesta reforzada, que tocaría las tardes y las noches. El Amador en la primera semana de enero de 1929, ofrecía el último danzón que producía Ricardo Fábrega.

En el Strand de Colón, la famosa princesa hindú Madiah Kelly actuaría en los intermedios de la película “Give and Take” con Jean Hersholt.

En el Teatro Cecilia se anunciaban las presentaciones del novel artista Lucho Azcárraga, para deleitar a los asistentes con su inimitable estilo en el piano.

Más tarde, Azcárraga se iría a tomar unos cursos con Lee White, el famoso organista del Teatro Roxy de New York.

Aparentemente todo marchaba muy normal, hasta que la empresa Wilcox Saenger Co., que administraba los teatros Cecilia y Strand, en Panamá y Colón respectivamente, decidió dar un tremendo paso hacia adelante y anunció las exhibiciones de películas parlantes, con la instalación de un novedoso sistema de Vitaphone.

Hollywood, la meca del cine, años antes había marcado esta pauta. Entre los artistas de renombre, existía el gran temor de no poder adaptarse a la nueva tecnología, que en forma decisiva, se iba imponiendo rápidamente.

Así como varios hicieron la transición sin ningún tipo de traumatismos (Charlie Chaplin con las películas Monsieur Verdoux, El Gran Dictador y Candilejas), Greta Garbo, Adolphe Menjou, Richard Dix, Ronald Colman, la trilogía de los Barrymores y muchos otros), también la voz de algunos, no fue lo suficientemente diáfana y clara, para ser reproducida y tuvieron que resignarse a un final de sus carreras.

Se perfilaba como algo increíble, el escuchar directamente todo lo que acontecía en la pantalla, pero sobre todo deleitarse con las canciones, los extraordinarios arreglos musicales y números bailables que aparecían.

La inauguración del cine sonoro en el país, se hizo simultáneamente en los teatros Cecilia y Strand, de Panamá y Colón, obteniéndose un éxito sin precedentes y enormes concurrencias de aficionados que demostraban un incalculable interés por el nuevo sistema.

El Cecilia proyectó la famosa película de Al Jonson, titulada “The Singing Fool” el día 26 de abril de 1929.

Las canciones principales de ese film como ¨”Sonny Boy”, “I’m singing at the top of the world” y “Smiling at troubles”, pronto fueron aprendidas por el público y de las magníficas coreografías que se observaron, se derivaron muchas ideas para ser aplicadas en nuestro medio.

En la ciudad del lado atlántico, la iniciación del sonido en el Teatro Strand, comenzó el mismo día 26, con la proyección de la cinta “The Hometowners” con Richard Bennett y Doris Kenyon. El sonido fue nítido, sin problemas y recibido con grandes aplausos por los espectadores que no dejaban de expresar su aceptación por lo presenciado y escuchado.

Los habitantes de ambas ciudades terminales y de la Zona del Canal ofrecían un masivo respaldo con su asistencia y pagando entradas de 0.75, 0.50 y 0.25, mientras que en la capital, se cobraba 1.00, 0.75 y 0.50.

Después se continuaron intercambiando en ambas carteleras, las películas sonoras “Weary River” con Betty Compton y Richard Barthelmess, “My Man” con Fanny Brice, “The Barker” con Milton Sills y Dorothy McKiell, “Jazz Age” con John Mac Brown y Jeannette Loff, “Show People” con Marion Davis y William Haines, “Queen of the night clubs” con Lila Lee, John Miljan y Eddy Foy Jr.

Considerando la gran afluencia de público que se presentaba a ver estas exhibiciones, que marcaban un señalado avance en la cinematografía, las funciones se iniciaban a las 11:00 a.m. para terminar a las 11:00 p.m.

El Strand de Colón, en una ocasión exhibió la película “El Crimen Perfecto” con Clive Brooks e Irene Rich, combinado con una actuación personal de Giovanni Martinelli, un tenor a quien se nombraba como sucesor de Caruso, además de la orquesta de Roger Wolfe Kahn.

De forma muy clara, estos dos teatros habían asumido la delantera en esta carrera y del mismo modo, las ciudades de Panamá y Colón, se unían a las grandes urbes del mundo, donde las películas sonoras estaban en todo su apogeo.

Inclusive, los teatros que operaban en la Zona del Canal, en los clubhouses de Balboa, Gamboa, Cristóbal y La Boca, al igual que en los fuertes Amador, Clayton, France Field, Sherman, Randolph, Gatún y Quarry Heights, aún permanecían dentro de la época del cine mudo.

Como no llegaban a Panamá, en esos momentos, películas parlantes en suficiente cantidad, también se proyectaban del tipo mudo, como Guantes de Cabritilla con Conrad Niegel, The hole in the wall, con Claudette Colbert y E. G. Robinson, The Wolf of Wall Street, con George Brancoft.

El 1 de julio se anunció Sonny Boy, con Al Jolson y Betty Brown, mientras que en el Strand figuraba Hillary Trail con Beatrice Joy y Betty Brown, dentro del género hablado y la serie de éxitos continuó su largo camino.

En febrero 11 de 1931, el Teatro Variedades, bajo la dinámica gerencia del Coronel Gabriel Barrios, inauguró su sistema de cine sonoro, con el estreno de la película “Sevilla de mis amores” dirigida y actuada por Ramón Novarro, con Conchita Montenegro.

Es de notar aquí la gran voluntad y fe del Coronel Barrios en lanzarse a esta aventura, cuando el país todavía no se acababa de reponer de su primera revolución, en la era republicana, que tuvo lugar el 2 de enero de 1931, dirigida por el grupo patriótico llamado Acción Comunal.

Con motivo de las reformas llevadas a cabo y que significaban una renovación completa en el sistema de proyección y sonido, el mencionado teatro estableció los precios de 0.20 y 0.40 en la tarde y 0.25 y 0.60 en la noche.

Ese mismo día se ofrecían en el Cecilia, la Fuerza del Bluff con Glenn Taylor, Amador: Muñeca Celestial con Laura La Plante, ElDorado: Sombras de la ley con William Powell, en el Strand y América de Colón: Amor Audaz (Adolphe Menjou) y El escudo del Honor (Neil Hamilton), respectivamente.

De una manera similar los otros cinematógrafos de Panamá, fueron adhiriéndose a la rueda del progreso, que había transformado en forma total a la industria del celuloide a nivel mundial.

Los teatros Cecilia y Strand pasaron a la historia panameña como los pioneros en la historia de la cinematografía parlante.