Monday, June 6, 2011     17:19
 

La importancia de las brigadas sanitarias

El Coronel William C. Gorgas había llegado al Istmo de Panamá en 1904, al frente de un extraordinario equipo de médicos, una vez que todas las negociaciones sobre los haberes de la Compañía Francesa del Canal Interoceánico, se habían completado.

El triunfador de La Habana en el campo de la malaria y la fiebre amarilla, fue seleccionado por el presidente Theodore Roosevelt para que tratara de repetir el éxito alcanzado y facilitar las condiciones propicias de trabajo basadas en la salubridad como factor primordial, y de esta manera adelantar la portentosa obra donde anteriormente los galos habían fracasado.

Las condiciones sanitarias en las ciudades de Panamá y Colón eran paupérrimas, pero en las otras áreas circunvecinas a los trabajos de excavación, se podían calificar de inexistentes.

Era el imperio del desorden ubicado en un reino de mosquitos. Los anófeles (malaria) y stegomya fasciata - más tarde rebautizado como Aedes Aegypti- (fiebre amarilla, también dengue), imperaban por todas partes aumentando diariamente las estadísticas mortales.
Anófeles

No importaba en esos momentos si era Finlay o Walter Reed, el descubridor del vector que propagaba la temida fiebre antes mencionada. La historia acabaría por colocar a cada uno dentro de su verdadero aporte científico.

El cuadro que se vivía en el Canal en esos momentos, era realmente político, en primera instancia, y demandaba acciones rápidas para no caer en repeticiones funestas de la anterior compañía.

El poderoso país norteño no debía persistir en planes de trabajo que fueron un desastre y obviamente necesitaba cambiar el enfoque desde los primeros momentos.

Gorgas tuvo que librar largas y enconadas luchas para que su teoría de sanear primero y construir después, fuera aceptada y batallar de manera insistente para la aprobación de aquellos presupuestos donde se solicitaban grandes sumas de dinero para la adquisición de mallas protectoras, de enormes cantidades de aceite crudo, de materiales para fumigación y sobre todo para mano de obra en sus etapas originales. Estas ideas fueron motivo de sarcásticas burlas en las altas esperas de su gobierno en Washington.

Luego de fuertes discusiones, resultó de singular acción el apoyo irrestricto ofrecido por el presidente Roosevelt a este proyecto, y quien después de estudiar la concepción de Gorgas, en un momento acertado, decidió respaldarlo.

El saneamiento se puso en marcha con mucha efectividad y el éxito del canal de Panamá podría visualizarse desde ahora con mejores perspectivas.

El mismo Gorgas, nombrado Oficial Jefe de Sanidad, describía que una de sus primeras visitas al arribar al Istmo, la hizo a un campamento de soldados, muy robustos y sanos, que estaban localizados en una cercana colina, situada dentro de las mejores condiciones ambientales posibles. Sin embargo, 170 de un total de 450 habían contraído malaria, a pesar de haber vivido en Panamá solamente treinta días.

Si esto sucedía, se preguntaba Gorgas, a un grupo fuerte y bien alimentado, que no podría acaecerle a otros trabajadores con inferiores condiciones físicas?.

Su respuesta y apreciación del problema fue rápida. De no tomarse todas las medidas tendientes a mejorar la situación sanitaria imperante, la mortalidad igualaría o sobrepasaría las cifras de la época francesa y el fracaso sería igualmente estrepitoso.

La tarea se vislumbraba precisa y clara. Limpiar toda la ciudad, ponerla bajo un estricto sistema de inspección y control sanitario, eliminar los depósitos innecesarios de agua y controlar los mosquitos por todas partes.

Saneamiento en la colección de basuras y una prueba por malaria a toda la fuerza laboral para mantener un historial completo.

Iniciar tratamiento con quinina para todos los casos conocidos y darle un estrecho seguimiento hasta su curación.

Con estas medidas, técnicamente se eliminaba al hombre como fuente constante de re-infección.

Las estadísticas mortales de los franceses durante su periodo en el canal, nunca pudieron ser exactas ni aproximadas, ya que los contratistas de las diferentes obras, tenían que pagar cinco francos diarios para la atención hospitalaria de los obreros y se especulaba que muchos fallecían en sus propias casas, obviando de esta manera, los costos de dicha atención.

Gorgas estimaba que la mortalidad en la época francesa pudo haber sido de 240 por 1000 anualmente, algo verdaderamente trágico y que posteriormente se disminuyó a 2.1 por 1000, demostrando la efectividad de todos los controles sanitarios implantados.


Antes de construccíon
 
Una draga en Ciudad de Colón
 

Después de la construcción
 

La labor sanitaria se inició con sistemas de drenaje y limpieza de todas las calles, con abundante agua potable para la población.

La verdadera guerra se centralizó después contra los dos mosquitos culpable de la fiebre amarilla y malaria.

Las brigadas de fumigación que entraron rápidamente a su labor, fueron en muchas ocasiones rechazadas por los propios habitantes de Panamá y Colón, ya que interrumpían las labores diarias de la familia y de manera similar a nuestros días, la incomodidad de tener trabajadores extraños dentro del propio hogar, no era una tarea muy agradable de soportar.


Ante esta resistencia pasiva de la población, prevaleció el tacto diplomático de Gorgas y de su personal asistente.

Otras brigadas que jugaron un papel importante en estas tareas, fueron las de cloroformo que se encargaban de llevarse anestesiados a los mosquitos para su posterior estudio microscópico y determinar si estaban o no infectados. Un hallazgo positivo desataba de inmediato una intensa búsqueda de los posibles contagios que existieran, para aislarlos y evitar la propagación de la enfermedad.

Los regadores de aceite eran otro grupo de importancia en el saneamiento de las ciudades canaleras. Con sus recipientes en las espaldas y esparciéndolo por doquier, donde se encontraban charcos de aguas, pozos, letrinas, excusados, constituían una figura muy familiar en esa época.

La campaña contra la malaria se desarrolló dentro de los siguientes parámetros:

  1. quinina: 3 gramos diarios para todos los pacientes
  2. protección por medio de mallas a puertas y ventanas de las habitaciones y hospitales
  3. captura y destrucción de los mosquitos por brigadas especiales
  4. aniquilamiento del anófeles al eliminar los charcos y acumulaciones de líquidos
  5. aceite para regar en yacimientos de agua y liquidar al mosquito en estado larval
  6. limpieza del monte y maleza de la inmediata vecindad de los pueblos

Resultados positivos de estas medidas:

  1. en 1906 había un 6.8% de casos de malaria tratados en hospitales
  2. en 1911 bajó a 1.5%
  3. la mortalidad fue de 233 empleados en 1906
  4. en 1911 descendió a 47
  5. eliminación completa de la fiebre amarilla

La resistencia inicial que ofrecieron los habitantes de las ciudades terminales fue desapareciendo poco a poco, y luego se transformó en una amplia cooperación, al apreciar y valorar los grandes y benéficos resultados que saltaban a la vista de toda la comunidad.

Las puertas de las casas de familias se abrieron de par en par y se ofreció una expedita entrada, luego de haber sido superados los rechazos de primer momento.

Los norteamericanos consiguieron una decisiva victoria en esta batalla ambiental de medicina preventiva en cuyo aspecto no fueron eficaces los franceses.

La historia no ha dado la debida importancia al trabajo callado e intenso que desempeñaron las diversas brigadas sanitarias en el saneamiento del Canal de Panamá y su tremendo aporte al exitoso final de esta empresa.

Desempeñaron con mucho interés y abnegación el rol que les tocó jugar en la gigantesca maravilla de construir un canal interoceánico.

Otros verdaderos héroes anónimos en la contribución total hacia el éxito alcanzado

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