Monday, June 6, 2011     17:19
 

La importancia de la medicina en la construcción del Canal de Panamá

Doctor Arturo Iturralde,
Presidente de la Asociación de Médicos Escritores de
Guatemala,
Señores Miembros de la Junta Directiva y
Asociados,
Colegas del Cuerpo Diplomático y Consular Acreditado en Guatemala,
Invitados Especiales,
Señoras y Señores:


INTRODUCCION

Es con la mayor humildad y sencillez, que presento ante Ustedes, este trabajo, como requisito de admisión para la Asociación de Médicos Escritores de Guatemala.

Asumo que lleno bastante bien el primer requerimiento, es decir, ser medico, ya que tengo cerca de 40 años de ejercer esta noble profesión, dentro de la rama de la Otorrinolaringología, además de Docente Titular, por 12 años en la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá.

Es en lo relativo al segundo enunciado, escritor, donde siento mis dudas sobre cubrir o no, las expectativas, ya que soy apenas, únicamente un amante aficionado de las Letras y la Historia, sin pretender usurpar este bello título, ni situarme al mismo nivel de la ilustre membresía aquí reunida.

Con esta salvedad, procedo a presentar ante Ustedes, el tema, IMPORTANCIA DE LA MEDICINA EN LA CONSTRUCCION DEL CANAL DE PANAMA.

La Ciencia y Arte de nuestros maestros Hipócrates y Galeno, en el sentido amplio del vocablo, jugó un papel muy decisivo, en el fracaso o éxito de esta gran empresa de ingeniería, un sueño cuatro siglos centenerio.

Los heroicos esfuerzos de estos hombres y mujeres de uniforme blanco, que batallaron para lograr el saneamiento ambiental del área canalera y luego brindar una excelente atención médico-quirúrgica, llevaron a convertir a Panamá, como así lo expresara, años más tarde, el Coronel William C. Gorgas, Jefe del Departamento de Sanidad durante la epopeya americana, enfatizo, a hacer de Panamá, “un ejemplo de salud para el resto del mundo”.

Aquí estuvo la verdadera clave de la diferencia entre victoria o derrota.

Sanear primero, construir después.

Con este faro alumbrando el camino, podremos entender, juzgar, valorar y sobre todo exaltar, este denodado esfuerzo de nuestros valientes colegas.

Con la inauguración del Canal de Suez en Egipto, llevada a cabo el 17 de noviembre de 1869, el Conde Ferdinand de Lesseps, a la altura de sus 62 años, había llegado a la cima de la gloria.

No necesitaba mostrar nada adicional al mundo. Sin embargo en 1879, decide tomar las riendas de la Compagnie Universelle du Canal de Panamá y lanzarse a la aventura de construir un paso a nivel (similar al de Suez), a través del istmo centroamericano.

El Congreso que se llevó a cabo en París, en esa misma fecha, fue de acuerdo con el historiador David McCullough, el consenso de una sola persona y donde el Conde impuso sus puntos de vista. En este Congreso, Guatemala estuvo representada por Cristano Medina, quien fue de los pocos oponentes a las ideas de de Lesseps y al momento de la votación, le tocó emitir el primer voto en contra, de un total de ocho que se registraron.
Para inculcar fe en los accionistas y derribar la mala fama del insalubre clima panameño y sus evidentes peligros, el Conde viajó al Istmo en diciembre de 1880 (a los 73 años de edad), acompañado de una selecta comitiva, que también incluía a su bien joven y bellísima esposa, lo mismo que a dos de sus hijas.

No fue solo el viaje con todos sus acompañantes, sino el regresar sanos y salvos, lo que vino a representar un gran impulso para la exitosa venta de las acciones, uno de los hechos financieros más espectaculares de Francia en esos tiempos.

EPOCA FRANCESA

Los trabajos de la era francesa se iniciaron el 1 de febrero de 1881 y contrario a la creencia popular, se preocuparon desde el principio por el estado general de salud y bienestar de sus empleados.

Construyeron en la ciudad de Panamá, un gran hospital, L’HOPITAL NOTRE DAME DU CANAL, de 500 camas, muy bien equipado y con muy buenos médicos graduados de las mejores universidades. Costo de la obra fue de $5 millones, una suma enorme para la época.

Los cuidados de enfermería estaban a cargo de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl, que llegaron a ser hasta un número de 24.

Igualmente construyeron edificios de oficinas muy vistosos como el dedicado a una central general en la ciudad de Panamá.

En Colón, la ciudad terminal del Canal en el lado atlántico, levantaron otro hospital de 150 camas, a un precio de un millón de dólares. Poco tiempo después, edificaron un sanatorio para convalecientes, localizado en una isla del Pacífico llamada Taboga, a unas pocas millas de la ciudad de Panamá y con una capacidad para 30 pacientes.

Igualmente construyeron pequeños dispensarios a lo largo de diferentes pueblos en la vía del ferrocarril, para la atención inmediata de los casos de urgencia y su rápido traslado a los grandes hospitales.

Como fácilmente se puede observar, todo este movimiento de atención médica, estaba dentro de los parámetros de la medicina curativa.

Los franceses no conocían por esos años (1881) ni tampoco el resto del mundo, nada sobre el mecanismo de la transmisión de las fiebres amarilla y malaria, por medio de los mosquitos. Por esta misma razón, contribuían de la más inocente manera, al aumento de la casuística, al mantener recipientes con agua por todas partes y horribles condiciones sanitarias con maleza muy cerca de las casas y lugares de trabajo.

La misma etimología de la palabra malaria, que viene del italiano MAL ARIA, estaba indicando el erróneo concepto que se tenía sobre esta transmisión.

El término gramatical equivalente en francés es PALUDISME, que significa fiebre del pantano, nuevamente enseñando la equivocada idea de la propagación de la enfermedad.
Para los obreros de la Compañía, la atención médico- hospitalaria era gratuita, sin embargo, para los trabajadores de los contratistas independientes, se les cobraba 5 francos por día (un dólar).

Estos contratistas rehuían los pagos mencionados, recurriendo al despido de los trabajadores que presentaran los primeros síntomas de enfermedad.

Los empleados, por otra parte, rehusaban la hospitalización debido al temor generalizado de fallecer, por otras causas diferentes a su patología de ingreso.

La gran mayoría de los fallecimientos que ocurrían fuera del ambiente hospitalario, no eran informados, de manera que por cada muerto, se estimaba que había un mínimo de dos no reportados.

No se trataba únicamente de muertes por fiebre amarilla o malaria, sino también por tifoidea, pulmonía, disentería, viruela, beriberi, además de mordeduras de serpientes, suicidios, crímenes y accidentes laborales.

Hubo momentos en que la mortalidad por todas estas causas juntas, llegó a un número de 40 diarios.

El peor año fue 1884, con 1163 muertos, cifra record registrada en los anales de la construcción canalera.

He aquí un impactante testimonio de uno de los trabajadores “desde Colón, la Compañía del Ferrocarril ponía diariamente un tren mortuorio, que iba recogiendo cadáveres en su viaje al cementerio. Fue siempre lo mismo, enterrar, enterrar y enterrar. A veces, dos, tres o cuatro trenes por día, con negros de Jamaica. No había visto nada semejante a esto. No importaba que fueran blancos o negros, para observar cómo se moría. Simplemente morían como animales”.

Otro relato muy crudo, es el siguiente “Sentado en el balcón de mi casa, observo la puerta de una pequeña casa de adobe que se abre a medias. La mujer de la casa, donde viven dos o tres empleados de la Compañía, mira cautelosamente hacia la calle. Entra nuevamente a la casa, para salir arrastrando un bulto que deja rápidamente en la sucia calle. Con las luces del amanecer, observo un buitre que trata de picotear al bulto. Desciendo de mi balcón y espanto al ave, que vuela hacia un lugar en la catedral, pero que permanece mirando en ese amanecer tropical hacia lo que ayer fue un hombre, hace un mes un hombre con esperanzas que había partido de Le Havre. Hoy un muerto más por la fiebre amarilla”.

Aunque la mortalidad fue indudablemente alta y también difícil de evaluar, hubo asimismo, exageraciones en la presentación de estas cifras, nacidas de la venganza contra de Lesseps y la Compagnie Universelle, como las presentadas por Edoudard Drumont, quien no dudó en multiplicar por diez las cifras, inventando de igual manera absurdas calumnias. Escribía Drumont “los hombres morían como mariposas, a la rata de casi el 60%. El verdadero número de muertes, que no puede ser menos de 30000, nunca será conocido. Algunas veces, los trabajadores que morían en sus puestos, eran simplemente lanzados en los terraplenes y un tren de vagones descargaba su carga encima de ellos y sus cuerpos eran cubiertos rápidamente con 20 pulgadas de tierra. El Istmo se ha convertido en un inmenso campo de esqueletos”.

En cuanto a la morbilidad, el asunto se tornaba caótico. Los médicos norteamericanos, años más tarde, estimaron que por lo menos, un tercio de la fuerza laboral de cualquier año, enfermó. Así, por ejemplo, si en 1884 existía una fuerza laboral de 17615 hombres, 5535 estuvieron en algún momento enfermos ese año, incluyendo por supuesto, los fallecidos. (1163).

Los franceses no trataron de mejorar el estado sanitario de las ciudades terminales de Panamá y Colón, donde vivía un gran número de la fuerza laboral. En ambas, pero principalmente en Colón, las calles eran los basureros de los habitantes y no existía ningún tipo de drenajes. Con los grandes aguaceros, los inmensos lodazales y las aguas estancadas eran los mejores criaderos de mosquitos.

Colón, sin lugar a dudas, se convirtió en la capital de la inmundicia.

La medicina curativa que desarrollaron los franceses, fue en honor a la verdad, de primera línea, de acuerdo a varios testimonios, entre los cuales, aparece el de un doctor canadiense Wolfred Nelson, quien ejerció la medicina en Panamá de 1880 a 1885 y a pesar de ser enemigo acérrimo de de Lesseps, declaró que “los servicios hospitalarios de los franceses eran los mejores del trópico”.

Igual opinión emitió el Coronel William C. Gorgas 35 años después, cuando era el Jefe de Sanidad de la época norteamericana, refiriéndose a las instalaciones construidas por los franceses: “los hospitales del Canal, son sin lugar a dudas los mejores construidos en el trópico, mejores instituciones que cualquiera en los Estados Unidos, en el mismo período y dirigidos por una firma o corporación.”

La Compagnie Universelle tuvo la poca fortuna de luchar contra enemigos que no conocía (los mosquitos).y fue esta ignorancia, una de las principales causas de su posterior fracaso.

Aunque la mortalidad era difícil de evaluar, es probable que la más exacta en todas las estadísticas, fuera la establecida por una Comisión nombrada por la Compagnie Nouvelle, (la segunda compañía del Canal Francés), que al revisó los archivos del Hospital Notre Dame du Panamá y el de Colón. Gorgas, recabando las mismas fuentes, obtuvo cifras algo más altas Aunque ambas estadísticas, muy lejos de reflejar el verdadero número de fallecidos en general, Gorgas estimó como 20,000 y un exagerado crítico del Conde de Lesseps, llegó a mencionar unos 30,000.

Años
Empleados
Según Compagnie Nouvelle
Muertos
Según Gorgas
1881
928
66.8
620
59.2
1882
1,910
66.0
126
65.4
1883
6,287
66.6
420
67.2
1884
17,615
66.6
1,172
69.9
1885
15,215
55.2
839
71.3
1886
14,935
51.0
760
64.0
1887
16,217
62.1
1,006
63.7
1889
13,725
43.5
596
44.2
Promedio
59.7
5,539
63.1

Para los 8 años de trabajo de la Compagnie Universelle, hubo un total de 4987 muertos, mientras que Gorgas calculó para el mismo período 5527, de los cuales 1018 (18.4%) fueron por fiebre amarilla y 1326 (23.9%) por malaria.
En un esfuerzo por salvar las obras del Canal, la Compagnie Universelle, trató de cambiar la estrategia de construcción y se decidió abandonar los planes de un canal a nivel por uno de esclusas, pero ya fue muy tarde y la debacle se hacía cada vez más patente por todas partes.

Muchos historiadores son de opinión que los franceses hubieran podido construir el Canal de Panamá, si desde el principio hubieran aprobado el plan de esclusas y no empecinarse en uno a nivel, siguiendo el ejemplo exitoso de Suez.

El 4 de febrero de 1889, la Compañía fue disuelta, dejando en el Istmo cerca de 14000 empleados en el desamparo.

Los escándalos que aparecieron tres años después, con su secuela de caídas de gabinete, enlodamiento de reputaciones, juicios, prisiones y suicidios, no forma parte de esta presentación, así como tampoco, entrar a analizar en profundidad las causas de esta debacle.

LA COMPAGNIE NOUVELLE:

Para rescatar el orgullo francés muy seriamente herido por todos estos acontecimientos y también con la idea de vender sus activos a Estados Unidos, recuperando así, parte del dinero invertido, se iniciaron gestiones para la formación de una nueva compañía, que llegaron a formalizarse el 20 de octubre de 1894.

Esta compañía, conocida como la Compagnie Nouvelle du Canal Interoceanique o la segunda compañía, hizo algunos trabajos de excavación, no descartables del todo, durante sus 9 años de actividad,( 8664000 de metros cúbicos), pero en verdad estaba más interesada en vender todas sus propiedades a los Estados Unidos.

En cuanto a las condiciones de salud durante esa época, el informe revela una notable mejoría sobre su antecesora.

Gorgas decía que el porcentaje de muertes por todas las causas había descendido de 60 a 25 por 1,000 trabajadores.

PORCENTAJE DE MUERTES POR TODAS LAS CAUSAS
Años
No. de Empleados
% de Muertes
Muertes
1895
1,225
24.5
30
1896
3,715
21.3
79
1897
3,980
31.9
126
1898
3,400
21.5
73
1899
2,500
22.5
57
1900
2,000
34.5
69
1901
2,000
18.0
36
1902
1,500
22.0
33
1903
1,000
33.0
33
Total
536

En 1898, la Compañía decidió que su mejor opción era vender sus propiedades a Estados Unidos por un valor de 40 millones de dólares, incluyendo el ferrocarril.

En esta venta, el denodado esfuerzo por llevarla a cabo, de Bunau Varilla un ingeniero francés, decidido partidario de la ruta por Panamá desde muchos años atrás, por llevarla a cabo, fue de una grandísima importancia.

Con las propiedades del Canal ya en su poder, los Estados Unidos quisieron negociar un tratado con Colombia para la construcción de la vía interoceánica.

Es necesario aclarar en este momento, que Panamá era un Departamento de Colombia desde 1821, a raíz de su separación de la Madre Patria España y su inmediata adhesión espontánea a Colombia.

Este fue el tratado conocido como Herrán-Hay, posteriormente rechazado por el Senado Colombiano, en medio de encendidas discusiones.

Los panameños fincaban muy grandes esperanzas en esta ratificación, pues veían un enorme mejoramiento en su situación económica, de viviendas y de salud, que se encontraba en precarias condiciones y muy olvidado por la metrópoli colombiana.

Antes de perder esta posibilidad de desarrollo, el pueblo panameño decidió independizarse de Colombia, movimiento que tomó lugar el 3 de noviembre de 1903. Este era el cuarto intento de separación que se llevaba a cabo en Panamá, después de la voluntaria anexión a Colombia en 1821.

El gobierno revolucionario de Panamá, bajo fuerte elementos de presión, se vio obligado a nombrar a Bunau Varilla como su Ministro Plenipotenciario ante Washington, y quien procedió, dentro de una gran prisa, a negociar un funesto tratado entre los dos países.
Este fue el Tratado Hay-Bunau Varilla, que desde su origen fue una fuente constante de protestas y luchas nacionalistas por obtener revisiones y justicia para las aspiraciones panameñas.

ERA NORTEAMERICANA

El 4 de mayo de 1904 se llevó a cabo el traspaso de todas las propiedades francesas a los Estados Unidos, en una muy sencilla ceremonia.

Desde sus momentos iniciales, la situación en la construcción del canal, iba de mal en peor. Había un tremendo caos operativo y administrativo, pero sobre todo un inmenso pánico entre los trabajadores.

Todavía no existía una decisión oficial en cuanto a qué tipo de canal se iba a construir, a esclusas o a nivel.

Parecía que la debacle francesa estaba muy próxima a repetirse.

Mientras tanto, se procedió a desarrollar una intensa campaña de saneamiento de la Zona del Canal (franja de tierra de 5 millas de ancho a cada lado de la zanja acuática) y en las ciudades de Panamá y Colón.

El mismo Presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, había manifestado su preocupación por las pésimas condiciones sanitarias imperantes en el Istmo. Este problema debería ser solucionado antes de iniciarse cualquier trabajo de ingeniería.
Por suerte en Cuba, desde 1900 se habían aplicado técnicas científicas para la erradicación de los mosquitos Aedes y Anofeles, ya comprobados como los vectores de las fiebres amarilla y malaria, producto de los experimentos científicos de Finlay, Reed, Ross, Lazear, Agramonte, Carter y varios otros.

En ese país, la campaña de saneamiento ambiental, fue dirigida por Gorgas y sus brigadas sanitarias, que lograron erradicar la fiebre amarilla totalmente de

Cuba en 1901 y bajar en forma dramática el índice de la malaria.

Fue una sistemática y científica labor de fumigación y estudio detenido de la vida de los mosquitos, su forma de atacar al humano (solo las hembras transmiten la enfermedad), aislamiento de los enfermos, mallas en todas las casas y uso de mosquiteros, drenajes y pavimentación de las calles.

En La Habana, la triunfal campaña dirigida por Gorgas tomó solamente ocho meses para terminarla en 1901, en cambio en Panamá, duró dos años y medio.

Gorgas, en esos momentos, la más grande autoridad en Medicina Tropical, fue nombrado como Jefe de Sanidad del Canal y en junio de 1904, llegó al Istmo, acompañado por un selecto número de médicos y enfermeras para iniciar esta campaña que se basaba en:

  1. separar a los mosquitos del contacto con los pacientes ya infectados.
  2. la destrucción de los Aedes adultos
  3. prevenir la propagación de nuevos gérmenes.

Gorgas dividió a Panamá en once distritos sanitarios y nombró brigadas contra los mosquitos en cada uno de ellos, siguiendo los exitosos pasos ya probados en la Habana y casi con el mismo personal de asesores principales.

En su punto más alto, llegaron a trabajar 4000 hombres solamente en esta campaña.

La fumigación en Panamá se realizó en mucha mayor escala que en Cuba. Se usaron grandes cantidades de pyretrum y de azufre, preferiblemente del primero. Se destruía de esta manera al Aedes adulto y para las larvas que se encontraban en los recipientes de agua, que estaban por todas partes, las brigadas regaban aceite sobre todos los charcos, barriles, cisternas, canjilones, etc.

También se desherbó a una distancia de 200 yardas alrededor de todos los edificios, ya que se conocía que el Aedes tenía una capacidad menor de vuelo que esa distancia.
Al principio hubo que recurrir a la fuerza para hacer entender a los habitantes las medidas que se estaban llevando a cabo en esta fase dirigida a erradicar las larvas.

El último caso de fiebre amarilla en Panamá ocurrió en diciembre de 1906.

Los ingenieros norteamericanos al implementar una campaña de sanidad, tenían una gran ventaja sobre sus colegas franceses, ya que sabían como darles la batalla a los mosquitos y así tomar desde los primeros momentos, todas las medidas exactas, basadas en la anterior experiencia cubana.

La guerra contra los mosquitos solo fue superada por las medidas generales que se fueron implantando para sanear totalmente la Zona del Canal y las ciudades de Panamá y Colón.

Los drenajes, pavimentación de las calles, pintura de las casas, limpieza de herbazales, fueron llevándose a cabo con gran rapidez y sin escatimar costos, al igual que magníficos acueductos y agua potabilizada.

Tal como lo había dicho Gorgas, Panamá sería un modelo de sanidad para todo el mundo.
La malaria, por el contrario, era un enemigo mucho más difícil de batir, como había sucedido en Cuba.

Además de las técnicas de fumigación y regado de aceite, en mucho mayor escala que en Cuba, se incluyó la crianza de pececillos en criaderos especiales, que luego se depositaban en las lagunas para que se comieran las larvas del Anopheles. Igual método se usó para criar arañas, hormigas y lagartijas para una tarea similar contra los mosquitos adultos.

Como en las lagunas y arroyos crecían rápidamente las hierbas y algas que hacían difícil que el aceite se regara con facilidad, se vertían mensualmente, grandes cantidades de veneno para destruirlas.

La quinina se distribuía en forma gratuita y aunque existían casos de empleados que rehusaban tomar el amargo trago, las tabletas o cápsulas, posteriormente y mediante una campaña de educación y endoctrinamiento de la masa de trabajadores, esa medida fue paulatinamente aceptada.

En un momento de la campaña, se llegaron a distribuir 40.000 dosis de quinina diariamente, entre la fuerza laboral.

En Panamá se logró reducir el número de casos de malaria, pero nunca erradicarla del todo.

No obstante, el gran factor psicológico de intranquilidad y terror, era la fiebre amarilla y ya se había desterrado.

La guerra contra el Anófeles y sus resultados se muestran en la tabla adjunta:

CASOS DE MALARIA POR CADA MIL EMPLEADOS
Años
Casos
Empleados
1905
162
17,000
1906
727
26,547
1907
625
39,238
1908
287
43,890
1909
312
47,167
1910
123
50,802
1911
202
48,876
1912
143
50,893
1913
76
56,654
1914
11
44,329
1919
5
38,858
1920
1
20,000

MORTALIDAD POR MALARIA POR CADA MIL EMPLEADOS
COMPAÑIA DEL CANAL DE PANAMA
Año
Muertes por Mil
Total de Muertes
Empleados
1906
7.45
197
26,547
1907
5.40
211
39,238
1908
2.50
111
43,890
1913
0.30
16
56,654

Desde 1940 la mortalidad por malaria es casi desconocida, principalmente por las medidas sanitarias imperantes y por mejores medicamentos en la batalla contra esta enfermedad.

La pulmonía, tuberculosis, viruela, tifoidea y disentería, fueron causas de alta morbilidad y mortalidad en los primeros tres años, pero en adelante, cuando las medidas sanitarias surtieron sus efectos, las muertes en general, por cada mil trabajadores disminuyeron notablemente.

MUERTES POR ENFERMEDAD POR CADA MIL EMPLEADOS
COMPAÑIA DEL CANAL DE PANAMA
Años
Muertes por Mil
Fuerza Laboral
Total de Muertes
1904
13.30
6,213
83
1905
24.30
17,000
413
1906
39.29
26,547
1,041
1907
24.08
39,238
944
1908
8.68
43,890
380
1909
7.55
47,167
356
1910
7.50
50,802
381
1911
7.65
48,876
373
1912
6.37
50,893
323
1913
5.24
56,654
296
1914
7.04
44,329
312

En los 10 años de la época norteamericana se presentaron un total de 4,819 muertes por enfermedades (481 anuales) y 2011 por otras diversas causas, accidentes laborales, derrumbes, ahogados, explosiones, crímenes, etc.) para el gran total de 6,630, en la construcción norteamericana.

Gorgas estimó que de haberse mantenido igual las condiciones sanitarias en Panamá que prevalecieron durante la época de los franceses, por lo menos 78,000 hombres hubieran perecido.

En cuanto a hospitales se refiere, el Hospital Ancón (antiguo Notre Dame du Panamá) fue totalmente remodelado, equipado y ampliado a 1,500 camas, mientras que el Hospital Colon, también se modificó para 300 camas.

Los norteamericanos trajeron un excelente cuerpo médico y de enfermeras profesionales.

Igualmente se esmeraron en instalar 20 hospitales distritoriales y 40 pequeños dispensarios, a lo largo de la línea del ferrocarril, que fueron de enorme utilidad para la rápida atención de los pacientes.

El sanatorio de la isla de Taboga, tampoco escapó a estas ansias de remodelar y equipar con los últimos adelantos y se amplió hasta 54 camas.

La atención médica hacia los leprosos y locos, también tuvo su lugar durante la construcción del canal norteamericano.

Al principio fueron alojados juntos en una sección de un pequeño hospital llamado Miraflores.

Después los leprosos fueron llevados a una colonia especial en un lugar aislado, solo accesible por mar denominado Palo Seco, en 1907.

Para los dementes se levantó un hospital especializado en Corozal. (1908).

Según describe Gorgas, “los años de 1905 y 1906 fueron apacibles para el Departamento de Sanidad. En el otoño de 1907, se completó la casi totalidad del trabajo de Sanidad. Nuestra batalla se había ganado, y desde ese día en adelante, nuestra atención se fijó en mantener lo alcanzado”.

Todo no fue un lecho de rosas para el Jefe de Sanidad de la Zona del Canal, pues desde 1904 tuvo que luchar intensamente y con una gran perseverancia, para hacer entender a los burócratas de la Comisión del Canal, sus puntos de vista sobre los mosquitos como transmisores de las fiebres y que aprobaran los fondos necesarios. Después de muchos sinsabores, hacia finales de 1905, el Departamento de Sanidad vino a integrarse como una oficina independiente y únicamente responsable ante el Presidente de la Compañía.

La campaña sanitaria en Panamá fue un tremendo éxito y “un ejemplo para el resto del mundo”.

Según menciona Gerstle Mack en su extraordinaria obra LA TIERRA DIVIDIDA, “no hubo nada milagroso en este triunfo, solo ciencia, determinación, dinero y una estupenda cantidad de arduo trabajo. En su guerra contra las enfermedades, la organización norteamericana de salud, tenía dos armas valiosísimas de las cuales carecían los franceses: un gran dirigente en Gorgas y el reciente descubrimiento en 1901 de que la fiebre amarilla y la malaria, los dos azotes fatales en el Istmo, eran transmitidas por mosquitos”.

El canal fue inaugurado el 15 de agosto de 1914 con una humilde ceremonia, muy diferente a los grandes festejos en Suez en noviembre de 1869. Esta excepcional proeza de la ingeniería y del ser humano, apenas llegó a obtener una pequeña nota en los periódicos del mundo y enterrada en las páginas interiores. Por ejemplo, como fue publicada en la página 14 del New York World, uno de los más importantes rotativos de Estados Unidos en esa época.

La Primera Guerra Mundial había estallado dos semanas antes y acaparaba todos los espacios de importancia en los diarios.

El cruce inaugural del vapor Ancón fue perfecto, con muchos invitados de importancia de la joven República de Panamá y altos ejecutivos de la Zona del Canal.

La travesía duró cerca de 11 horas, mientras que en la actualidad toma alrededor de 9 horas, demostrando claramente el grado de eficiencia que tuvo el canal y la capacidad técnica de sus constructores desde los inicios.

Gran tributo al pueblo norteamericano por su disciplina y organización en el trabajo, honradez en la ejecución de los mismos y orgullo nacional por terminar el sueño de cuatro siglos de espera.

Es casi seguro que la vía interoceánica por Panamá nunca se hubiera terminado de no haberse realizado primero, la magnífica obra de saneamiento, limpieza y de cuidados médico-quirúrgicos de primera categoría.

Atacar la fase preventiva de las enfermedades, para entonces concentrarse en la parte de construcción y excavación. La curativa, heredaba el esquema de los franceses, y solo tuvo que ser ampliada y mejorada en sus equipos.

Una demostración palpable de la gran importancia que tuvo el aspecto médico y el abnegado trabajo de los hombres y mujeres en uniforme blanco, para construir la máxima obra de ingeniería del siglo XX.